El Eutidemo
es uno de los diálogos de Platón, entre Sócrates
y Critón, que se puede clasificar en la época de transición. Platón tiene como
fin máximo la ridiculización de los sofistas para alzar lo que verdaderamente
según él es la filosofía y la virtud. En este diálogo se muestran las
características de los sofistas a través de dos hermanos procedentes de la isla
de Cos y establecidos en Atenas desde hacía unos años. Son Dionisodoro y
Eutidemo (que da nombre al diálogo).
Argumento
Sócrates va a relatarle a Critón
su encuentro con los sofistas que se erigían a sí mismos como conocedores de
todas las cosas: gimnasia, derecho, estrategia, dialéctica, moral. Estando él
en el liceo, llegaron Dionisodoro y Eutidemo seguidos de sus discípulos.
Después de ellos, apareció Clinias seguido de gran número de amantes y de
jóvenes, y entre ellos Ctésipo.
Pues bien, Sócrates va a
solicitarles a los sofistas que hagan el favor de enseñarles a Clinias y a él
esa ciencia que dicen conocer, la virtud.
A través de sus armas dialécticas, los sofistas consiguen que el joven
Clinias se enrede entre sus propias respuestas ganándose los aplausos de los
espectadores. Sócrates sale en su defensa, y explica que a través de
esas preguntas no se han acercado al tema central que se suponía debía ser la
virtud y la sabiduría. Por lo que, esta vez toma él la palabra y encauza el
diálogo para que se llegue a la conclusión de que para nada sirve tener muchas cosas si no son bien utilizadas porque los
bienes no son bienes en sí mismos. Pues entendidos a través de la ignorancia
son males y solo comprendidos a través
de la sabiduría son realmente buenos. Vuelven a tomar la palabra los
sofistas que a través de su oratoria (temas: no se puede cambiar, no se puede
mentir y la contradicción no existe) ésta vez dejan a Ctésipo abrumado.
Sócrates decide decirle a éste lo
que previamente había dicho a Clinias, que no conoce la ciencia de los
extranjeros y que para poder responderles debe ser instruido. A continuación se
restablece la conversación de Sócrates con Clinias. Ninguna ciencia, ni el arte de enriquecerse, ni la medicina, ni otra
alguna es útil, si no enseña servirse de aquello de que se trata. — ¿Tenemos
necesidad, mi querido Clinias, de una ciencia que sepa hacer y sepa usar de aquello
que ella trata? Y entonces se centran en la búsqueda de esa ciencia. Sócrates
pregunta a Eutidemo si conoce la ciencia capaz de hacer a los hombres más
dichosos y este responde que sí, que se la puede enseñar e incluso mostrar que
ya la conoce.
Los sofistas terminan por afirmar
que ellos por el hecho de conocer algunas cosas conocen todas y lo mismo ocurre
con todas las personas que saben algo. Sometidos entonces, a los interrogantes
que les plantea Ctésipo tratan de escabullirse como pueden pero se encuentran
con Sócrates que valiéndose de la palabra lleva a Dionisodoro a responder mal y
por lo tanto a preguntarles que cómo es posible que hayan respondido mal si es
que lo saben todo.
A continuación, siguen
conversando, pasando por una pluralidad de temas hasta que Ctésipo es capaz de
utilizar el arte de los sofistas para llevarlos a ellos a su propia
contradicción. Al final, Sócrates cae en uno de los juegos de palabras de los
hermanos: Apolo, Júpiter y Minerva son sus dioses y tienen alma. Para Sócrates
aquello que tiene alma es un animal por lo tanto los dioses son animales,
además como son suyos, puede venderlos y sacrificarlos (lo cual es imposible).
Sócrates sale de la conversación
mostrando una admiración (del todo irónica) a Eutidemo y Dionisodoro, pues el
joven Ctésipo había sido capaz de aprender sus trucos y utilizarlos en su
contra, se habían metido en contradicciones y no habían apenas rozado el tema
de la virtud y en consecuencia no eran tan sabios como creían.
Finalmente, Sócrates termina su
relato a Critón que consternado por la historia se pregunta si realmente quiere
que sus hijos sean instruidos por esos maestros, los sofistas, que no le
parecen dignos ni capaces y Sócrates concluye que en todo van a existir buenos
y malos profesores pero en lo que hay que fijarse es en la materia en sí.
Conclusiones: Los sofistas
gozaban de prestigio popular y eran conocidos por la enseñanza a los jóvenes de
todo aquello considerado necesario para alcanzar el éxito en la polis. Para
ellos, la virtud va a consistir en el éxito, el prestigio y el dinero. Sin
embargo, Sócrates y su discípulo Platón consideran que su propósito no es hacer
a los hombres más virtuosos en el sentido que el término tenía para ellos sino
instruirles en armas dialécticas que son meros juegos de palabras que parecen
irrefutables pero no significan nada, y por ello, como se muestra en este
diálogo van a tratar de señalar que la virtud no consiste en lo que ellos predican
sino en el conocimiento y la sabiduría. No se trata de enseñar discursos sino
utilizar el diálogo, en el que intervienen dos o más interlocutores, para que
la verdad aflore del interior de cada uno, pues ésta es, para ellos, en definitiva, la única
forma conocer, es decir, de tener un alma virtuosa.
Lectura de la obra: http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf03297.pdf