Blaise Pascal nació en Clermont (Auvernia, Francia) el 19 de
junio de 1623, cuando Descartes contaba con 27 años. Su padre Etienne Pascal era un hombre de
cultura y se encargó personalmente de su educación; su madre Antoinette Bégone
murió cuando Pascal tenía cuatro años. Tuvo dos hermanas, Gilberte y Jaqueline,
y ambas desempeñaron papeles esenciales en su vida.
Pascal fue un notable matemático y físico, pero también
religioso y filósofo; hombre de ciencias y de letras, es una de las figuras más
importantes del siglo XVII. Tenía 14 años cuando fue admitido en las
discusiones científicas semanales dirigidas por Mersenne, de las cuales nació
la Academia Francesa de Ciencias y donde se pone en contacto con Descartes. En
1640, con 16 años, publica Essai sur les
coniques donde expone el “Teorema de Pascal”. Entre otras de sus
aportaciones al campo de las matemáticas, se encuentra la creación de la
primera máquina para realizar operaciones aritméticas que asentaría las bases
para el desarrollo de las calculadoras y la publicación en 1654 del Traité du triangle arithmétique acerca del
triángulo de Pascal y los coeficientes binomiales, donde también formuló el
principio de demostración por inducción matemática. Los principios expuestos
por Pascal permitirían a Leibniz y Newton realizar sus importantes avances.
No obstante, a partir de 1654 cuando se vuelve muy melancólico,
ensimismado e introvertido y podemos señalar el comienzo de un ciclo más
místico. Durante estos años contacta de manera directa con la abadía de Port-Royal
donde el jansenismo comenzaría a influenciarlo enormemente.
La filosofía del renacimiento y la modernidad tiene características que le son
propias, esencialmente el rechazo al sistema intelectual medieval, la búsqueda
de una metodología precisa que condujera a un conocimiento firme y seguro del universo y la preocupación por proclamar libertad religiosa, política y
económica.
En la modernidad
aparecen proyectos filosóficos interesantes como el de Descartes y el de
Pascal. Estas dos propuestas filosóficas se distancian una de la otra en muchos
aspectos, pero hay elementos comunes entre ellas.
Para empezar, el objetivo de la filosofía de Descartes es
establecer un fundamento metafísico, una teoría sobre la realidad que permita
comprenderla y sobre la que sustentar los conocimientos científicos y
matemáticos. Descartes aplica la duda metódica para comprobar si realmente los
conocimientos considerados como verdaderos lo son. En cuanto al conocimiento
sensible entiende que es muy poco de fiar y por ello rechazable: los sentidos
nos engañan. Y en cuanto al conocimiento de las matemáticas también debemos
dudar de su veracidad (Dios engañador). Desechando estos conocimientos llega
Descartes a un principio totalmente claro e indudable: la realidad del pensamiento
(Cogito Ergo Sum). Sobre el pensamiento y a través de las reglas del método se
propone construir las realidades complejas.
El método cartesiano como medio para descubrir toda la
verdad que esconde el universo, apoyado únicamente en el pensamiento, le
parecería a Pascal como una mesa de dos
patas, es decir, insostenible. Pascal no confía en un único camino para
alcanzarla, sino que confía en todos. Valora
tanto la razón como el corazón, la ciencia como la religión, la poesía como la
filosofía… Estos conducen a la verdad, aunque con lógica y mecanismos
diferentes, siendo la certeza, evidencia
y firmeza de los resultados la misma.
Las diversas dimensiones del ser humano deben apoyarse las
unas a las otras, pues en último término todas buscan lo mismo, pues todas
forman parte del hombre. Pascal defiende que la misión tanto de la ciencia como
de la religión es la misma: “dar a conocer el hombre al hombre”. Blaise Pascal es
un hombre que se preocupó del hombre, y dedicó a su estudio prácticamente toda
su vida.
Por otro lado, Pascal concibe la vida en un sentido verdaderamente
trágico, pues la ve como tremendamente miserable en el sentido en que el hombre
se encuentra arrojado en el mundo, sin conocer por qué ni para qué. Para Pascal
es hombre se caracteriza por su debilidad, cualquier cosa puede acabar con él. Sin
embargo, hay un aspecto que engrandece
al hombre aún más que el universo, pues éste último, a pesar de su
infinita grandeza no es capaz de reconocer su naturaleza, pero el hombre, con
todo y lo frágil que puede llegar a ser, reconoce su fragilidad por el
pensamiento: “el hombre es una caña que piensa”. El hombre, además de
comprender cómo es, se reconoce como punto medio entre el infinito y la nada,
pues siendo realidad finita se encuentra suspendido entre dos infinitos: la
grandeza y la pequeñez, el todo y la nada.
La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez.
En conclusión, Pascal es un pensador claramente influenciado
por la religión (búsqueda de Dios) que no se centra únicamente en un campo del
saber sino que los abarca todos porque para él, el saber es el conocimiento de
la verdad y todo el hombre, en todas sus
dimensiones, aspira a la verdad; aunque no pueda alcanzarla por completo por
ser un ser finito.
Muy bien, Raquel. Muy interesante.
ResponderEliminarSaludos