lunes, 23 de noviembre de 2015

¿Razón o sentimiento?






                Leyendo a Unamuno, encontré interesante su modo de ver al hombre como una realidad dividida: el sentimiento y la Razón. Por ello, me voy a centrar en la obra “San Manuel Bueno, Mártir” y más concretamente en un determinado  fragmento de ella en el que queda reflejado el pensamiento y la intención de Unamuno.

-Miguel de Unamuno nació en Bilbao en 1864. En 1880 se trasladó a Madrid donde estudió la carrera de Filosofía y Letras. Unos años más tarde sufrió una crisis religiosa que influiría con fuerza tanto en su vida como en sus obras.-

                “San Manuel Bueno, Mártir” trata el conflicto entre el deseo de creer en la vida eterna y, la razón que se enfrenta a la fe. Manuel Bueno, es el sacerdote de la parroquia de Valverde de Lucerna y a pesar de ello no cree en la vida eterna. Él, junto con los hermanos Ángela y Lázaro Carballino forman un triángulo en el que se aborda el asunto de la fe desde tres perspectivas distintas.

Y entonces Lázaro, mi hermano, tan pálido y tan tembloroso como don Manuel cuando le dio la comunión, me hizo sentarme en el sillón mismo donde solía sentarse nuestra madre, tomó huelgo, y luego, como en íntima confesión doméstica y familiar, me dijo:
-Mira, Angelita, ha llegado la hora de decirte la verdad, toda la verdad, y te la voy a decir, porque debo decírtela, porque a ti no puedo, no debo callártela y porque además habrías de adivinarla y a medias, que es lo peor, más tarde o más temprano.
Y entones, serena y tranquilamente, a media voz, me contó una historia que me sumergió en un lago de tristeza. Cómo don Manuel le había venido trabajando, sobre todo en aquellos paseos a las ruinas de la vieja abadía cisterciense, para que no escandalizase, para que diese buen ejemplo, para que se incorporase a la vida religiosa del pueblo, para que fingiese creer si no creía, para que ocultase sus ideas al respecto, mas sin intentar siquiera catequizarle, convertirle de otra manera. (...)
-Entonces -prosiguió mi hermano- comprendí sus móviles, y con esto comprendí su santidad (...). Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: "Pero, don Manuel, la verdad, la verdad ante todo", él, temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en el campo-: "¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella". "¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como en confesión?", le dije. Y él: "Porque si no, me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacer vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en canto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío".

Resultado de imagen de san manuel bueno martir                Éste es uno de los pasajes fundamentales de la obra. Al leerlo, cabría preguntarse por qué si San Manuel no cree en algo más allá de la vida, no tiene fe,  sigue practicando la religión y enseñándola y se empeña en darle un sentido a la vida ligado a Dios. Esta conducta de debe a lo siguiente; lo primero, es que para San Manuel era tan importante creer en la vida como creer que había algo después de ella (aunque su Razón no lo permitía) y además  lo que persigue el sacerdote es proteger al pueblo, quizá de sí mismo.  Es decir, cree que si ellos pensaran como él estarían perdidos. En el pueblo, las personas eran incultas, estaban muy poco formadas, lo que significa que eran muy vulnerables espiritualmente.  El sacerdote considera que no serían capaces de entender o profundizar otros pensamientos que no envuelvan la religión. Éstas eran sus preocupaciones para con su pueblo, él no los quería defraudar y en este aspecto podemos notar un increíble humanismo. Puede que el pueblo no se recuperara si supiera o entendiera que Dios ha muerto.

Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?
Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125

                En esta obra, Miguel de Unamuno está caracterizado por el personaje principal. Al igual que el sacerdote quiere creer en Dios pero no lo hace, Unamuno pasó por diferentes etapas y nunca tuvo claro si creer en la religión para darle un sentido a la vida, porque él (al igual que todos) quería vivir eternamente, no morir nunca, o dedicarse a usar su razón que limita por todos lados la existencia de un Dios y/o una vida eterna.

                Por ello, además de estar clasificada como novela deberíamos contemplarla como una obra filosófica, ya que es continua la presencia de una tesis que implica la filosofía y toda la obra gira en torno al mismo tema: “todo lo vital es irracional y todo lo racional es antivital”. ¿Por qué parte nos inclinamos más? ¿Sentimiento que nos impulsa a la plenitud de la vida o Razón que limita nuestros deseos?