martes, 27 de septiembre de 2016

Grecia, religión, oráculos.

      En el siglo VI a.C nace en Grecia el pensamiento racional. Esto se debe fundamentalmente a dos factores: las condiciones socioeconómicas y la religión de carácter mitológico. En cuanto al primer aspecto cabe destacar que Grecia estaba dividida en regiones independientes entre las cuales existían diferencias tanto sociales como económicas y políticas, que se denominaban póleis. Pero no voy a ir más allá, porque lo que me interesa en esta ocasión es el segundo factor: la religión.

     La religión griega presenta disparidades con el resto de religiones de la época (no había una casta sacerdotal, el aspecto sagrado de héroes, dioses y relatos perdió su carácter divino…). Sin embargo, algo que Grecia tuvo en común con otras religiones fue la existencia de ORÁCULOS.


    ¿Y qué es exactamente un oráculo? Oráculo, del latín  oraculum, y del griego μαντειον, es la respuesta de los dioses interpretada a través de sacerdotes o pitonisas a las cuestiones que se les plantean. Dicha respuesta es siempre enigmática y puede incluso reflejarse a través de señales o símbolos como las Runas u observaciones de las estrellas, por ejemplo.  Oráculo también es denominado el santuario, templo, lugar o estatua que representa a la divinidad y donde se realizaron y resolvieron las cuestiones planteadas. Al ser las respuestas de carácter sagrado, en el caso de que no fueran correctas, se le achacaba a la mala interpretación.

               
     Han existido oráculos en numerosos pueblos antiguos como los fenicios, los babilónicos, los mayas o los romanos. No obstante, los oráculos más importantes de la Antigüedad pertenecen en su mayoría al mundo griego. El más conocido es el oráculo de Delfos pero existen otros como el de Dídima o el de Olimpia. Este oráculo situado al pie del monte Parnaso, fue principalmente dedicado a Apolo. Una curiosidad es que para consultarlo era necesario ofrecer al Dios una tarta de miel y quemar una cabra que posteriormente era rociada con agua. Si el animal temblaba significaba que Apolo estaba dispuesto a hablar.

¿Y por qué la gente confiaba en que las respuestas serían ciertas? Como ya he mencionado apenas comenzaba a desarrollarse el pensamiento racional. Por ello, desde mi punto de vista, las personas poseían una fe ciega en la religión, en los dioses. La ciencia y la filosofía no estaban ni extendidas ni experimentadas  y las mentes permanecían “dormidas” por aquel entonces. Lo que quiero decir es que las personas aceptaban lo que su sociedad, religión y cultura les decía sin preguntarse un por qué. Es solo cuando comienza la actividad comercial  y la expansión de colonias a lugares alejados de la propia civilización que las personas más ambiciosas comienzan a expandir su mente. ¿Y por qué no siguen creyendo a pies juntillas estas respuestas de los dioses o en los mismos dioses? Pues es fácil; porque al conocer otras civilizaciones con ideas religiosas y mitos distintos son incapaces de demostrar que los propios son más verdaderos (por ello es esencial la existencia de “un algo” que sea válido para todos: la razón). Está claro que plantearse cuestiones religiosas pertenece a la condición humana porque los humanos tienen la necesidad de creer en algo o en que las cosas suceden por algo y la forma de explicarlo en un principio fueron los dioses  (el oráculo).

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